Los devastadores incendios forestales de California, que arrasaron con comunidades enteras y generaron pérdidas multimillonarias, volvieron a poner en el centro del debate la necesidad de priorizar la prevención para enfrentar este fenómeno cada vez más frecuente e intenso. A su vez, el cambio climático, combinado con cambios en el uso del suelo, está incrementando la frecuencia, duración e intensidad de estos eventos, desafiando la capacidad de resiliencia de los sistemas naturales y humanos.
La mayoría de los incendios forestales tienen una causa humana inicial. Por ello, es crucial entender si su origen está relacionado con accidentes, negligencias o infraestructuras mal diseñadas. Allí es donde la educación, la concienciación y la promoción de una gestión integrada de incendios se convierten en pilares fundamentales de la estrategia para abordar este problema.
Históricamente, los esfuerzos se centraron en la extinción, pero la creciente magnitud de los incendios demostraron que incluso los mejores sistemas de respuesta, como los de California, pueden no ser suficientes. A su vez, las pérdidas económicas y ambientales de estos eventos son inmensas, por lo que una mayor inversión en prevención podría reducir drásticamente los costos asociados con la respuesta y recuperación.
En este sentido, Amy Duchelle, oficial forestal de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), señala que los incendios forestales requieren tres elementos claves: una fuente de combustible, un clima cálido y seco, y una chispa de ignición.
Estas condiciones se incrementan aún más por el cambio climático, creando un círculo vicioso en el que los incendios liberan grandes cantidades de dióxido de carbono, exacerbando la crisis climática. Por otra parte, el concepto de “temporada de incendios” evolucionó hasta convertirse en un problema continuo.
Fuente: Noticias Ambientales